Cinco poemas que integran el líbro Nuestro Río

FIN
Con demencial esperanza,
me saludo,
Vos.
REFLEJOS
Si tuviera que escribir “navidades violentas”,
tomaría un marcador central y cuatro peras,
caminaría de rodillas por tus ansias,
y me armaría hasta los huesos.
(Plomo liquido entumecido
sale ahora de los cascabeles
que se mecen,
insípidos,
ante mi vergüenza de monigote frío.
Y me busco a mi mismo
entre las lanas grises de mi cama,
empuñando la noche,
vomitando cafecitos de reconcilación y nueces,
para calentar mañana un nuevo día).
Si tuviese que escribir “manantiales en fuga”,
te diría ahora lo que digo,
lo quiero que digas,
lo que no dicen ellos,
los amigos de Alejandra Pizarnik,
hecha en Haedo
con estampitas de papel girondiano,
en los ojos, de los ojos, de los ojos, de los ojos
de Spinetta.
Si tuviera que escribir “no te mueras ahora”,
comería bardas hasta el empacho,
y moliendo lo dulce
construiría un castillo de suspiros,
entre todos los haces de luz
que olvidamos corriendo descalzos
por el húmedo bosque.
Si tuviese que escribir, al fin, “he terminado”
quizás puedas leerme en el brillo de mis ojos,
y seríamos el temblor de un horizonte así,
sureño,
hecho de cuanta espera tienen
las miradas,
los amores,
las poesías.
RAIZ
Lejos escucho el sonido de tu canto.
(Cae la tarde).
Volarás hacia el Otto
en madrugada.
Buscarás el cobijo de algún Coihue.
Beberás rocío.
Estarás vivo.
Mi universo está hecho del agua de este aire.
LIPSIS
Si estamos radiantes
no es por el lagrimal de ella,
sus pestañas encantadas,
la vanidad en sinfonía cósmica,
la redundancia;
es por las lilas violentas,
florecidas a poco de mí.
(Suelo jugar a la luna
con sogas de colgar
y gatillarte ahora,
con palabras arrancadas de raíz.
Suelo entrar en la semática de la mandarina
y entrever los gajos en que se despedaza la tarde.
Pero nunca me verás comer
canciones,
ni vestir tus universos repletos de poros
y denaidas)
Es entre todos que lo hemos hecho,
amasijo tras amasijo,
en horno de tiempo.
Sublime resplandor.
ME JUEGO EL TÍMPANO
Si tuviese que elegir entre la tierra que expanden tus lágrimas al caer y esta mañana hecha de olvidos,
me pondría de rodillas ante lo
ausente,
ante lo contado en fogones humanos
y mates crocantes.
Son
tu canción no dicha,
mi camisa fría,
tus gemidos de cuerda bien pisada,
mis malabares,
tu grito de luz
a comisura limpia,
mis distancias,
tu eterno brillo,
y mis abismos,
lo que me deja entredicho,
calamitosamente puesto a rodar.
Es tres veces martes
y me juego el tímpano
sin pestañear.
Adquirir la versión digital de Nuestro Río, poemas del Sur,
Padre de ellos
que destruyes mi Tierra,
no me matan los prejuicios
que inyectas cena a cena
en reuniones patriarcales.
No me mata la escuela,
la ciencia enferma,
el destello caza bobos.
No me matan ahora
tus dogmas asesinos,
que arman al milico,
se hacen voces en los medios,
discurso necio en los atriles,
tinta-sangre en los poemas
peinaditos.
No.
Tus severas reglas que expulsan,
no me matan.
No me mata el cíclope poderoso,
la astucia de la usura,
el odio del piojo,
resucitado.
No me mata el almidón de tus corbatas,
las latas de tus comidas,
las luces de tu estridencia,
el plástico de tus juguetes.
No me mata,
dios fascista y verdugo,
tu verdad incompleta,
entrecomillas.
Sigo vivo.
Soy la mierda que no muere;
el abono que germina
y hace nuevos los bosques
que esperanzan.
Soy el excremento vivo
de todos tus prejuicios.
La negación de tu paraíso oro luminoso.
La sombra,
que te niega,
te asusta,
y te persigue.
Aunque entierres un cuerpo,
cientos,
miles.
Seguiré siendo
la insoportable falla
de tu mundo positivo;
la grasa de tu universo ligth.
Aunque quieras esconderme,
ahogarme,
desaparecerme;
seguiré siendo la esquiva podredumbre,
el virus de tu matrix,
la fisura inaguantable,
que desarma grito a grito tu mentira.
(Para #ArtexSantiago | 2019)

Foto: Hugo Zimermman |
CARICIA
Una línea interminable
desciende desde el cielo,
fatal,
y desnuda la luz de los árboles sínoples
que amanecen húmedos y brillantes.
Su límite preciso es la frontera
entre la oscura noche que se va
y el despertar de ese horizonte
masticable
como burbuja.
Se cae la oscura ropa que abraza la piel del aire
desnudo
que se expande
y se vuelve espejo celeste
del todo-sol que no teme.
En nuestra galaxia doméstica
la escena se repite
con tu párpado chino
y tu brillito asomante,
tu despliegue de brazos elásticos
que gimen y bendicen con caricias templadas
a nuestro cielo de hormigón encantado
verucitando barro, esmeralda, savia,
jacarandá y dulzor.
Por única vez,
la línea infinita de tu día
nos desnuda
y emerge la vida.
Los infinitos pétalos en expansión.
Después,
sólo después,
llega trasnochada y danzante
la Poesía.
Y su cadencia musical y lacrimógena
abraza los diccionarios hasta el polvo,
incapaces de llenar las barrigas
ampulosas
de nuestros amigos vagabundos,
hambrientos de todo lo que no escribimos.
Y le pisan la falda al infinito
pero no logran sacarle el camisón.
Salen ahora de Cuzco, Ibiza, Santa Clara o Bariloche,
casimuertosdehambre.
Humillados por las luces maquilladas y estridentes.
Por los pómulos rosados,
los jopos amarillos,
los patos carcajeantes,
los maniquíes de polipropileno y asco.
Y sus comisuras ríen
con lágrimas de baba viscosas y adhesivas
y despegan en aviones de acero
haciendo añicos el aire y el silencio
que no les cabe.
Entonces tomo las armas
y en mi psicótica porfía,
sirvo el café con metáforas impresionistas,
cucharaditas de elipsis benedittianas,
dos tostadas semiosféricas
y te lo llevo a la cama
para que miremos juntos
como se vuelve horizonte
cada día y hoy,
todo el amor que pseudonunca hicimos.