Compañeros, despertadores, cosquilleros, alumbradores, intrigantes, lacrimógenos, abrazadores, los libros son ventanas hacia ese lugar de misterio insondable que es cada uno de nosotros mismos. En esta sección se presentan algunas reseñas de libros recomendables.

Todas obras de arte son compuestas desde el silencio. No hay música, palabra, imagen que no nazca de ese no-lugar y no-tiempo en que todas las potencias habitan. Por eso la actividad creativa al mismo tiempo que es un salto al vacío desde la incertidumbre que tiene el artista sobre cómo resonará su obra en ese vacío, es también irreversible, siempre definitiva y siempre un borrador. Pero hay obras que aún entrando en la universalidad de lo perfectible, son capaces de entremezclarse con ese silencio prístino siendo armónicas con ese abismo que sostiene la vida. Así, la llanura y el mar, la luna y el firmamento estrellado, cautivan a las almas sensibles que luego son capaces por talento, trabajo y demencia (en dosis muy variables) de expresar ese misterio.
Llamadas desde Ámsterdam es una breve novela del autor mexicano Juan Villoro. Es una historia de desamor narrada con maestría de artista. Por eso le caben las palabras de Javier Munguía: “esta novela maneja magistralmente el arte del silencio”. En ella la Literatura danza con su vestidos de Arte.

Gustavo Di Crocce, escribió una novela de intriga referenciada en el enigmático paisaje de la Línea Sur rionegrina. No estoy seguro si «enigmático» es un adjetivo que hubiera usado para el paisaje estepario antes de leerla, y quizá sea ese el primer mérito de Di Crocce. A esa visión, hay que sumarle un sobrio andamiaje lingüístico, personajes cuya verosimilitud parece conceder una tercera dimensión a las páginas e intriga chestertoriana.
No en vano el fondo editorial rionegrono le otorgó el primer premio de narrativa en 2005. Una novela que hace gala del género y activa el mecanismo de la duda en el lector. Tras su encantamiento, uno no puede menos que atreverse a dejar que se abran

Dice la introducción de La Introducción (novela de Fogwill que me envió Gabriela Zelaschi desde Neuquén): «siempre algo provoca que una banalidad narrada termine pareciendo más digna de atención que la que cotidianamente habita el lector». El relato pone en relieve el pacto con el lector, lo desenmascara, desde un estilo quirúrgico, cargado de filosofía, erotismo y modernidad. Ilumina el sinsentido del ego y la fragmentación, tan defendido/atacado (validado) por nuestra cultura, en el culto a los cuerpos, el pensamiento y la superficialidad de la materia. Modernidad, parece decirnos Fogwill, es un abismo de sentidos sin sustancia. Sospecho que estar de acuerdo podría llevarnos a intuir una realidad que nos trasciende, mas allá de los sentidos, los prejuicios y el pensamiento. Pero esto no lo dice Fogwill, que seguramente estará conforme con haberse trascendido a si mismo en éste, su último libro.
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